Transeúnte en la amargura.




Por Adrián Montenegro.

Se acabó ese paso irreal, entre el vacío y el consumismo, aquella senda de pensadores sínicos. Aquella calle, traspapelada de afiches monocromo, papeles rotos… roídos. Que de alguna manera se tornaban las lapidas de viejos grupos musicales, que hoy son recuerdos de treintañeros, sobrevivientes de los años noventa.

Como tema de bolero despechado hoy sólo queda mi nostalgia y los recuerdos de buenas borracheras y gran camarería. El Pulpo  se convirtió en un parqueo. Su atmosfera  contaminante  de cigarrillo dejo de proyectar  los sonidos de Judas y Accept… ¡Yo estuve en su entierro!

Aquella vieja casa, sostenida por tablas moribundas, carcomidas por la polilla, donde La Villa de los escritores y artistas servía el  café  acompañado de nicotina. Donde las chicas se metían al baño de hombres, pues algo espiritosas, apostaban entre ellas, orinar en aquel lugar. Baños donde abundaban los versos etílicos en las paredes. 

Trovadores  acabados, que por monedas te recitaba a cualquiera de esas vacas sagradas del pensar de los setentas, mendigos de mejor cultura, te declamaban poemas.

Muchos son los lugares, que en tan corta distancia, te volvían idealista, un creador. La Maga con sus revistas en las paredes y aquel universo de pensadores, muchas veces me inspiro tirarme a la caza de algún beso femenino, imbuyendo en servilletas algún mal verso.

Todo muere con cada generación.  A pesar de  que parezca similar, con sus universitarios creyendo poder cambiar el mundo.

Ahora solo quedan fantasmas entre sus aceras, que van y vienen. Fabulas  trasnochadas, piedreros delincuentes y sonidos pop regetoneros. 

Hoy  los transeúntes como yo, se detienen a mirar, una pared vacía, donde existiera un mural de Los Beatles huyendo alegres y rebeldes.

Calle de la Amargura, con bares llenos y generaciones vacías.

Revista Ikaro | La Contracultura hecha palabra.

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